La genética tiene un peso bastante importante en todo esto. Hasta un 50% de si acumulas más grasa o menos lo deciden tus genes. Y estos no se pueden cambiar.
Pero eso también quiere decir que hay otro 50% como mínimo que lo decide tu comportamiento y el ambiente en el que estés.
Por poner un ejemplo. Pon a alguien con muy mala genética en cualquier país del tercer mundo. Donde tenga que trabajar duro para conseguir la comida. Y aún así no disponga de mucha.
No va a engordar, solo por el simple hecho de que no va a disponer de suficiente comida para hacerlo.
Por otro lado pon a alguien con buena genética en un país occidental (el que sea). Con una gran disponibilidad de comida artificialmente sabrosa, baja en nutrientes, alta en calorías vacías y muy barata.
Y si a todo esto le sumas que no hay que hacer ningún esfuerzo por conseguirla ¿qué tienes? Pues una epidemia de obesidad.
Cuando el que está a dieta hace fallar la dieta.
Esto se basa en que las personas que están a dieta, ESTÁN MUY A DIETA,
Y eso está muy bien mientras están a dieta, mientras la siguen. Pero están tan metidas y concienciadas con la dieta que un pequeño descuido hace que lo vean como un grave error en su dieta y la abandonen. Volviendo a la comida de antes de la dieta. Que fué la que les hizo engordar.
Te comes una galleta en un momento de bajón. La sensación de culpa aparece por haber fallado y acabas con el paquete entero, dos pizzas familiares y dipeando doritos en nocilla.
El llevar una dieta estricta y cumplirla a rajatabla no es problema hasta que te la saltas. Y he dicho “hasta que te la saltas” y no “ si te la saltas”. Porque tarde o temprano vas a fallar, vas a pecar.
La regla del 80-20 en tu dieta
Para estos casos, como en el entrenamiento se suele aplicar la regla del 80-20.
Si el 80% del tiempo estás haciendo lo correcto, no importa que hagas el otro 20%.
Esto funciona en la mayoría de los casos. Intenta no consumir heroína o caerte por un precipicio el 80% del tiempo solamente…
Esto es un arma de doble filo. Un 80% es un 80% de manera objetiva. No lo que tú piensas que es un 80%.
Tendemos a engañarnos a nosotros mismos con una facilidad tremenda. Así que si no controlas de una manera real ese 80%, al final va a estar comiendo mal la mayor parte del tiempo y pensando que tú lo haces todo perfecto.
La falacia de la autoindulgencia en tu dieta
A esto se le llama en psicología la falacia de la autoindulgencia.
Tenemos una memoria selectiva. Recordamos perfectamente esa ensalada que nos comimos. Pero olvidamos convenientemente las 3 noches seguidas cenando pizza y hamburguesas.
Así que si alguien te pregunta, según tu versión, llevas toda la semana a ensalada. Aunque eso no es real. Pero con la autoindulgencia, para ti, que si que lo és.
El peso perdido no se vuelve a recuperar
Otro de los grandes problemas es pensar que cuando has llegado a tu peso objetivo (sea el que sea y lo consigas como sea) no vas a volver a engordar nunca más.
Si vuelves a comer lo mismo de antes, volverás a estar como antes. O incluso peor. Has cambiado tu metabolismo y tu sistema hormonal con la dieta.
Así que ahora eres más sensible a una dieta mala como la que llevabas antes. Esto es lo que se llama el efecto rebote.
Con esto no quiero decir que no se pueda llevar una dieta para perder grasa y otra distinta para no volver a coger esa grasa perdida.
Pero está claro que si siempre haces lo que siempre has hecho, siempre tendrás lo que siempre has tenido.
Cuando la dieta le falla al que hace dieta.
El principal problema por lo que las dietas fallan es porque te hacen pasar demasiada hambre.
No es raro que la mayoría de pastillas para adelgazar son supresoras del apetito. Las demás te hacen gastar más calorías subiendote el metabolismo o bloquean la absorción de algún nutriente, reduciendo la absorción de calorías.
Pero lo cierto es que el apetito humano es extremadamente complejo. Está regulado por un sistema bioquímico, la elasticidad del estómago, los niveles en sangre de diferentes sustancias, la química cerebral, cambios en el tamaño de las células de grasa…
Mil motivos para comer mucho
Y si a todo esto (y mucho más) le sumas que los humanos somos uno de los pocos animales que comemos por placer y no solo por necesidad. Ya la tienes liada.
Y no solo por placer, también por aburrimiento, depresión, ansiedad, porque es la hora de comer, porque has visto algo en la tele y te entra hambre, porque estamos con amigos, porque aún queda comida…
O simplemente las ganas que te entran por comer algo, solo porque no puedes hacerlo. Basta con que te digan que no puedes comer de algo para que no pares de pensar en eso.
Está claro que no podemos comer lo que nos de la gana cuando nos venga en gana. Es por esto que es muy complicado hacer una dieta en la que puedas dejar comer de todo.
Pero del mismo modo, también es complicado hacer una dieta en la que se prohíban ciertos alimentos.
Hay veces que para algunas personas la comida es como una especie de droga. Esta gente tiene “alimentos gatillo”. Que se les llama así porque disparan su adicción.
Mientras no comen de eso van bien. Pero en el momento en que toman, aunque sea un poco, se podrían comer una tonelada.
En estos casos no hay más remedio que prohibir ciertos alimentos. Lo mismo que si hay enfermedades de por medio.
Es una muy compleja unión entre fisiología y psicología.
Las dietas que no están hechas para ciertas personas.
La mayoría de dietas parece que están diseñadas para que funcionen para todo el mundo. Da igual cómo sea esa persona.
Es cierto que en esencia somos todos iguales. Pero hay pequeñas diferencias que nos hacen únicos.
Hay personas que toleran mejor los carbohidratos. Pero otros con muy poca cantidad ya empiezan a coger grasa.
Algunos necesitan más cantidad de proteínas para ganar músculo. Otros pueden hacerlo con menos cantidad.
Personas que responden mejor con un tipo de grasa que con otro. Hay una base común, pero en los detalles es donde está la gran diferencia de cada uno.
Pasa lo mismo con el ejercicio. Hay ciertos principios del entrenamiento humano que son universales para todos. Pero después hay ciertas personas que no responden igual que otras al entreno.
Puntos clave por los que las dietas fallan
- Mala genética. No es determinante, pero tiene su peso.
- Tomarse la dieta muy en serio. Y cuando fallas mínimamente, abandonas.
- La falacia de la autoindulgencia. Creer que comes mejor de lo que lo haces.
- Pensar que lo que has perdido nunca va a volver.
- Cualquier excusa es buena para comer. Y para comer mucho.
- Que la dieta no se ajuste a tus necesidades particulares.